1 abr 2016

9 días en Lakou Souvinance (Parte 1)

A medio día del jueves me presentaba en Lakou Souvinance. Nuevamente, un MT. me llevaría hasta la puerta de la aldea.
Fetilia había modificado la habitación. El colchón se encontraba junto a la pared y parecía todo mas amplio y algo mas limpio. Como no tiene baño la ducha se realiza junto al pozo de agua que hay a varios cientos de metros del conjunto de viviendas cerca de las enormes ceibas, o en unos habitáculos de cemento que tienen varios contenedores de agua sobre su techo. Ahí también cogen agua para cocinar. Algunas casas tienen sus retretes en un cuartito construido anexo, pero la mayoría no. Hay que hacer las necesidades entre la poca vegetación cercana. O alejado, bajo unos enormes mangos que dan una sombra y fresco fenomenal y que forman parte del patio trasero del lakou. Un poco más allá los montes de la cordillera se elevan abruptamente y se pierden en la lejanía. No hay señales de correntía de agua y todo es extremadamente seco.
Asnos, vacas y cabras son los únicos animales que vagabundean bajo la sombra. El sonido de las hojas empujadas por el viento y el canto de diferente aves ofrecen un pequeño encanto ante tanto paisaje inhóspito. Al otro lado de esta campiña donde en tiempo de cosechas se plantan tomates, cebollines, coles, berenjenas, pimiento rojo picón, etc. destacan dos grandes Ceibas (o Mapou, árbol sagrado) con enormes y sinuosas raíces donde puede ocultarse incluso un niño. Su tronco nudoso tiene formas faciales antropomórficas que lo hace especialmente característico. Su lwa (espíritu) se llama Lisa. El otro, un poco más pequeño, Agwe.
El lunes sería el día de sus ofrendas y ceremonia.
Hay un espíritu que habita en todos lo árboles, el lwa Loko, venerado también en muchos pueblos africanos. Se le asocia con Legba y Ayizan.
En Haiti hay más de sesenta LWAS diferentes. Son los espíritus de los familiares, los espíritus de las principales fuerzas del universo: el bien, el mal, la reproducción, la salud, es decir todos los aspectos de la vida diaria.
Como en otros cultos, en el Vudú el instante previo a la muerte define de alguna manera el futuro del alma. Un creyente moribundo debe recibir la visita de un sacerdote o sacerdotisa (Oungan/Houngan o Mambo) encargados de liberar su alma de los espíritus que no lo dejan partir a donde tiene que ir (Ceremonia de la Des-unión).
Muchos de estos espíritus representan a santos católicos cuando en su momento (s.XVI) los colonos obligaban a los esclavos a rezar por ellos. Éstos no tuvieron otra opción que adorarles pero lo que realmente hacían era rezar a sus verdaderos espíritus. Coincidiendo con ciertos colores de la vestimenta o pertenencia del santo los esclavos los asociaban a sus espíritus africanos.
Tras dejar la mochila, Fetilia me dice que ha cambiado el precio por las comidas de los días que me quedaré ahí. En vez de 2.000g debo pagar 4.000g.. Aunque le muestro mi enojo por haberlo modificado acepto por que no me queda otra opción. Sé que este dinero va a ser invertido entre toda la familia.
Lo primero que hice fue visitar el templo o Perystil (Souvenance Mistique como así indica su frontis), una casa de culto cuadrangular con dos tejados sobrepuestos y forma piramidal. Tiene a los lados una serie de ventanas abiertas para que circule el aire y gradas con asientos metálicos, una tribuna alta donde se sitúan los Larenn (cantantes y tocador de Tcha-Tcha, o maracas) para dirigir los cantos hacia los Ounsis/Hounsis (iniciados). El suelo es de tierra firme como todo el lakou. Aún no había sido decorado con las telas de colores que pondrían días mas tarde. En la parte de atrás hay unas habitaciones-santuario que corresponde a una casa que se encuentra pegada al templo.
Todo el lakou estaba muy tranquilo aunque al final del día y a la mañana siguiente comenzarían a llegar los primeros participantes en sus vehículos cargado de colchones, sillas y trastos de todo tipo.
A medio día del viernes nos visitaba la primera banda Rara que venía de las aldeas cercanas a través del polvoriento camino.
Ra-Ra son fiestas populares de estas fechas y también bandas de música y baile estrechamente vinculadas a manifestaciones africanas que durante la Cuaresma deambulan cantando y bailando por los campos y extrarradios de las ciudades. Sus componentes exhiben los emblemas y las banderas de los templos vudú a los que pertenecen. Dentro de las bandas existe una jerarquía social y en la formación, una organización tipo militar. Según los trajes, los colores y la posición, se sitúa la Reina del Ra-Ra, los organizadores, los limpiadores de espíritus, etc.. Estas bandas van por los caminos que les indican los espíritus y compiten entre ellos sosteniendo "guerras místicas". Todos los años salen en procesión visitando los lakous correspondientes acompañados de una multitud de fervientes simpatizantes bailando y cantando. Y bebiendo mucho alcohol!!.
En este caso, la delantera estaba tomada por varios portadores de banderas de los países donde se practica Vudú y los distintivos de la banda. Los músicos resoplaban sus "Klewon" y "Bambú" (trompetas tubulares metálicas, o de PVC) pintados de colores llamativos. Los tanbous Petwos (tambores sacrosantos de madera) y el tambor militar sonaban tan rítmicamente que animaba a introducirse en el grupo. Un coro de cantantes, la mayoría mujeres, respondían a los músicos con sus canciones, seguidos por el resto de participantes. El olor a "generosos tragos" de klerín (bebida local alcohólica) y el gran calor que producía la muchedumbre danzante me quitaron las ganas de saltar entre ellos. El día estaba despejado y el calor era agobiante.
El director de la banda con su silbato y látigo de soga anudado a un palo daba foetazos al suelo y mantenía el orden de las varias decenas de participantes. Las bailarinas vestidas de brillantes colores satinados movían el cuerpo y sus trajes hasta levantárselo y mostrar sus caderas en frenético movimiento. Un panty blanco cubrían sus posaderas...
Tras dar una vuelta alrededor del lakou cantando y bailando pasaron al interior del Perystil dando varias vueltas y arrastrando a la multitud a seguir sus ritmos. Una vez concluida la visita volvían a tomar el polvoriento camino de regreso a sus aldeas.
Lo mismo ocurrió con otras cuatro bandas Raras que fueron llegando durante la tarde. La misma ejecución y con muchos más participantes.
La primera reunión de los Ounsis (Iniciados, o devotos ayudantes de los lwas) me cogió desprevenido. Ya me había retirado a mi habitación cuando comenzó a oírse un constante resonar de campanilla y cantos que procedía del Perystil.
Me acerqué a curiosear y lo poco que pude ver a través de la puerta de acceso que se encontraba abierta era un grupo de ounsis vestidos completamente de blanco cada uno con pañuelo igualmente blanco anudado a la cabeza sentados en pequeñas banquetas de madera frente a un altar donde se encontraban un Sevité (Sacerdote) de nombre Fernidan Bien-Aimé con una campanilla, otro sacerdote más mayor y un Larenn (o cantante). Todos cantaban pausadamente -en una mezcla de kreyol haitiano y daomé africano- y seguían el ritmo que éste último con una maraca (Tcha-Tcha) marcaba. El ambiente era sosegado, nada comparado a que lo iba a suceder los siguientes días.
La sesión duró varias horas durante la noche. Una vez concluido el encuentro se retiraron a dormir.

El sábado comenzaba a haber mucho más movimiento en el lakou. Iba llegando gente y ocupando las casas que antes estaban cerradas. A modo de mercadillo casi una decena de puestos de comidas y bebidas se fueron instalando mediante palos y plásticos o láminas metálicas corrugadas para proteger del sol. Otros vendedores (mechan) se posicionaron a los laterales del camino de entrada al recinto para abastecer a los visitantes y a los que allí estábamos residiendo. Fetilia era una de las que habían colocado su fogón de carbón y su mesa con comida (pollo, pescado, banana, paté..., todo fritura).
También comenzaban a adornar la puerta de entrada al lakou con pancartas de varios colores; a los árboles sagrados con telas verde y amarillo; al Perystil con telares de colores; al estanque que se encuentra en la parte de atrás del mismo, donde el lunes se bañarían los ounsis para purificar sus almas; y a las enormes Ceibas (Mapous) de la parte trasera del lakou. Todo estaba listo para cuando cayera la noche.
Frente a las casas casi siempre había gente reunida sentadas en sillas cantando, o simplemente charlado en los porches de las mismas.
Anocheciendo la ceremonia comenzaba en el santuario interior mas grande anexo al templo con la reunión de los iniciados frente a dos sacerdotes y un cantante con su Tcha-Tcha.
Cada pared de la habitación está pintada con diferentes colores, varias cortinas de raso rojo y amarillo con ribetes dorados caían delante de una puerta que da acceso a otra sala. Del techo colgaban diferentes telares de colores y estampados. En una esquina estaba situado un gran altar decorado con enormes ramos de flores, imágenes de santos, de la Virgen con Jesus, un pequeño candelabro con tres velas encendidas (la Trinidad), vasijas de barro (Govi), varias botellas de ron y vino, una gran taza con agua bendecida, y mucha más parafernalia relacionada con los lwas. Al otro lado de la habitación había otro altar mas reducido y menos recargado de objetos.
Todos vestían de impecable blanco, hasta los pañuelos que cubrían sus cabezas. Ante los cantos del Larenn y el sonar de la maraca los ounsis respondían recitando un ciclo de cantos repetidos. Al comienzo bailaban erguidos, con ligeros movimientos pendulares, siempre cara al gran altar donde se encontraban sentados los sacerdotes. Detrás, al fondo, estaban sentados en pequeñas banquetas el resto de participantes.
Los "no iniciados" podíamos observar el desarrollo a través de las ventanas, incluso grabarlo, pero no podíamos acceder al interior.
En total habría cerca de un centenar de mujeres y hombres, unos sentados atentos al desarrollo, algunos pensativos o concentrados y otros meneándose ligeramente, y los que se encontraban de pie no dejaban de contonearse y gesticular en ningún momento. Con el paso de los minutos los movimientos se hacían más rítmicos según lo fueran marcando los cantos. El sudor comenzaba a caer por sus rostros con más intensidad y el calor que salía por las ventanas era cada vez mas denso. De vez en cuando los ayudantes ofrecían tazones con algún tipo de licor para calmar la sed que luego se iban pasando entre ellos.
A medida que más bailaban, cantaban y bebían, más ritmo y más movimiento acompañaban a sus bailes, sin desplazarse apenas de su zona aunque el balanceo de sus cuerpos fuese cada vez más afanoso.
Durante esta ceremonia pude observar diferentes estados de exaltación. Algunos ounsis que estaban sentados se levantaban rápidamente y se juntaban con los danzantes, otros comenzaban a temblar como si estuvieran siendo poseídos en ese momento por el espíritu y corrían o saltaban como si fueran catapultados hacía los que bailaban junto al altar al grito de ¨waa waa waa¨.... Los más próximos ayudaban a que se tranquilizaran y fueran tomando posiciones al principio de la fila. Dicen que éstos son momentos de llamada al Lwa con canciones que lo identifica. Tan sólo están esperando que bajen y entren en ellos. Algo más de una hora duró la ceremonia.
Casi en el momento en el que me había acomodado en las gradas del Perystil comenzaron los tres Lanmerales (tamboreros) a hacer sonar los tambores Rada (Katabú, Manma Kabú y Gwonde Tanbú) más un Ogá (trozo de metal de un sacho pequeño de labranza que era golpeado con un hierro fino). Por la puerta aparecieron primeramente y delante de una fila los dos Sevité mas mayores, uno de ellos con una vela rizada encendida y un tazón de agua. Junto a él sus ayudantes con otra vela, los cantantes y el tocador de maraca, y detrás todos los ounsis avanzaban a paso lento. Dieron una vuelta alrededor del centro del templo y fueron tomando sus posiciones para dar comienzo a las danzas y los cantos.
Sobre la tribuna alta se situaban dos Larenn, uno de ellos, el Ougenikón (solista -bajo la responsabilidad del sacerdote- con conocimiento profundo de los cantos), mientras cantaba agitaba la maraca para acompañar el ritmo. El segundo en ocasiones le apoyaba con otras estrofas. Los ounsis respondían con las frases correspondiente mientras formaban una fila en el centro del Perystil.
Ante los toques de tambores los participantes se acercaban lentamente poniéndose frente a ellos cantando y bailando al ritmo que marcaban los tanbús. Los golpes más estridentes (kase) procedente del Manma kabú señalaba el momento de detenerse, dar un lento giro de 180 ° y volver hacia el centro sin dejar de contornearse.
Con movimientos sutiles pero articulados la marea de participantes danzaban armoniosamente en diferentes progresiones, hasta con un pie ligeramente levantado y el otro pisando firmemente sin perder el equilibrio.
Parece ser que hay casi una veintena de maneras diferentes de tocar los tanbús, cada una con sus ritmos: los pertenecientes al Lwa y los que indica a los danzantes una coreografía específica que sólo ellos entienden. O deberían. 
Los ayudantes, hombres y mujeres (ounsis kanzos), también con pañuelo blanco en la mano o un palo, situados al frente de la fila marcaban en ocasiones los movimientos a realizar. Principalmente en línea controlaban que se mantuviera el orden y la dirección del grupo para que ninguno avanzara más rápido que otros,
A medida que los ritmos de tanbús eran más intensos, los partícipes aumentaban paulatinamente la velocidad y la intensidad de sus movimientos al acercarse, volviendo así a repetir el ciclo de ir y volver mientras los Larenn continuaban lanzando canciones y los ounsis respondiendo a sus cantos sin parar de bailar. 
Esta manera de proceder suele ser semejante para todos los ritos vudú, con diferencias melódicas con arreglo a los lwasEste diálogo permanente Lanmerales-Ounsis continúo durante toda la noche.
La gente que no cabía en las gradas se congregaba alrededor de la entrada intentando observar el acontecimiento. Muchos de ellos lo grababan con sus teléfonos como recuerdo del evento.
En el exterior comenzaba a aparecer las primeras mujeres en estado de trance tiradas en el suelo. Una de ellas tenía sus rodillas encajadas entre las raíces del árbol sagrado Ayizan, que se caracteriza por tener algunas de sus largas raíces fuera de la tierra. Los que se consideran pecadores (saltarse alguna regla vudú es suficiente) cuando son poseídos por el Lwa ruedan hasta ellas y enredan sus piernas o su cuerpo como castigo. 
Los mirones observaban embelesados. Al rato apreció por allí el Sevite, se acercó a la víctima y mientras le daba toques con su pañuelo blanco de seda entonaba algunas frases espirituales. Al rato se fue soltando lentamente y ayudada a incorporarse por varias mujeres, que bien podría ser de la familia. En situaciones como ésta parece ser que la familia llega a sentir mucha vergüenza por el propio acto inculpatorio.
Cerca de las dos de la mañana me retiré algo agotado. Desde mi habitación se continuaba oyendo los cantos y el armonioso sonido de los Tam-Tam.